En cuanto a su trasfondo Apio Claudio Caeco se erige como descendiente de una estirpe que ingresó en el estamento patricio al inicio de la República romana cuando su antepasado Attus Clausus emigró a Roma desde la ciudad sabina de Regillis logrando además que una de las tribus romanas fuera llamada Claudia en su honor Aunque originalmente su cognomen era Craso por herencia familiar, al final de su vida y para la posterioridad sería más conocido como Caeco, es decir ciego. A pesar de la mala prensa que la historiografía analística le otorgó Apio Claudio Caeco constituye sin duda alguna una de las personalidades más polifacéticas de la Roma republicana, un hecho a menudo bastante olvidado en detrimento de otras figuras más tardías y mejor conocidas como pueden ser Escipión Africano, Emilio Paulo o Julio César. Analicemos a continuación la inscripción latina.
La carrera política de Apio Claudio Caeco
El primer cargo del que tenemos constancia fue su censura en torno al 312 antes de Cristo ocupando ese cargo antes de ser cónsul y a una edad a la que muchos no habían siquiera ostentado la edilidad. Este mandato se caracterizó por la labor constructiva: creación de la vía Appia que unía Roma con la ciudad aliada de Capua o el aqua Appia que suministraba agua a la urbe latina gastando para ello ingentes sumas de dinero sin el permiso de un decreto senatorial (Diodoro Sículo XX, 36). El nombre de estas construcciones evidencia la fuerte personalidad de carácter debido a que lo más lógico habría sido llamar a dichas construcciones empleando su nomen familiar y no su prenomen como venía siendo habitual entre los soberanos helenísticos interesados en fundar o renombrar ciudades Casandreia, Antigoneia, Lisimaquia….
Otro indicio más de su fuerte carácter fue su enfrentamiento continuo con el Senado al negarse a dimitir como censor a los dieciocho meses de acceder el cargo o el intento de reforma del sistema tribal admitiendo a libertos en cualquier tribu, cambio que fue deshecho posteriormente por el censor Fabio Rulliano quién enroló únicamente a libertos en las tribus urbanas. De sus dos consulados se conoce la fecha exacta 307 y 296 antes de Cristo, sabiéndose que en el primero de ellos permaneció en Roma sin realizar una campaña militar, seguramente para asegurar su labor durante su recién terminada censura o para potenciar los lazos diplomáticos con otras potencias (no olvidemos como Roma suscribió en el 306 tratados con Rodas –Polibio 30.5.6-8; Tito Livio 45.25.9– o Cartago –Tito Livio IX.43.26 y Filino FGrH 174 F 1, a pesar de la energética negativa de su existencia por parte de Polibio 3.26-). En su segunda magistratura consular sí participó en campañas militares, perteneciendo probablemente a esa fecha su victoria contra samnitas, sabinos y etruscos, que si bien mereció una mención en el elogio del principio de este artículo no fue obsequiado con un triunfo militar a la vista de su ausencia tanto en el propio elogio como en los Fastos Triunfales, una lista de los triunfos militares celebrados desde la fundación de la ciudad por el mítico Rómulo hasta el año 19 antes de Cristo.
Del resto de cargos aparecidos en su elogio (edil, pretor, interrex, cuestor y tribuno militar) no hay constancia acerca de la fecha concreta, si bien a la vista de los mismos se evidencia un dilatado éxito en el tiempo en las elecciones a cargos públicos. A pesar de que no existe consenso entre las fuentes acerca del momento que ganó el sobrenombre de Caeco debido a su ceguera parece más verosímil el relato de Diodoro Sículo (Diodoro Sículo XX.36) frente al de Tito Livio (IX. 29). Mientras que el historiador siciliano defendía como fue una treta para evitar los ataques de sus enemigos, el patavino por contra afirmaba que su ceguera era un castigo divino por sus actos de represión siendo censor contra el culto celebrado en el Ara Máxima a favor de Hércules. De cualquier manera resulta constatado como en su vejez padecía de ceguera ya que fue llevado por sus hijos en el 280 antes de Cristo ante un Senado romano que se mostraba favorable a la paz con Pirro, debiendo Apio Claudio pronunciar un discurso ante los padres conscriptos donde llegó a afirmar que aunque se había quejado de su ceguera antes, ahora deseaba ser sordo, ya que nunca esperó ver u oír al Senado considerar tales consejos (Plutarco Pyrrh. 19.1–3; Apiano Sam. F 10.2; Ineditum Vaticanum FGrH 839 F 1.2). Gracias a sus dotes oratorias, sin duda alguna embellecida por generaciones posteriores para ensalzar la virtus romana, fue capaz de evitar que Roma aceptara las condiciones del general moloso, siendo sus palabras conocidas por Cicerón más de doscientos años después (Cicerón, De Senect. 6).
Otros logros
Una vez analizado su cursus honorum en base al elogio de Arretium hay que señalar como destacó en otros aspectos no recogidos en el mismo al cultivar las artes siendo un pionero con numerosos hitos de la civilización romana.
En primer lugar gozó de interés por los aspectos jurídicos: no olvidemos que ese interés provenía por influencia familiar debido a que su antepasado fue el presidente de la comisión encargada de redactar la Ley de las XII tablas. Según la tradición encargó al escriba personal suyo, el liberto Cneo Flavio hijo de Anio, hacer público para beneficio de todos los ciudadanos las fórmulas legales de defensa ante el pretor, en ese entonces solo había uno de ellos y no existía la distinción entre pretor urbano y peregrino, un hecho que ganó la oposición del colegio pontifical que hasta ese momento ostentaba ese privilegio. Estas acciones procesales facilitaron el acceso a la plebe a una defensa justo y constituyeron lo que posteriormente sería conocido como ius flavianum. Además posterior a la publicación de dichas acciones pretorias publicó una obra de contenido jurídico indeterminado denominada De Usurpationibus (Pomponio Dig.1.2.2.36) y se opuso sin éxito a la aprobación de la lex Ogulnia que quería habilitar la cooptación de plebeyos al cargo de pontífice o incrementar el número de augures con 5 nuevos miembros plebeyos.
Igualmente se le puede considerar como el escritor romano más antiguo, un honor erróneamente atribuido al liberto griego Livio Andrónico y su producción teatral empezada en el 240 antes de Cristo, gracias a la publicación de una obra poética denominada Sententiae, una recopilación de dichos con supuesta influencia pitagórica y de la cual ha sobrevivida la máxima ‘Cada hombre es artesano de su propia fortuna’.
En tercer lugar no debemos tampoco olvidar el hecho de que de acuerdo a las fuentes favoreció la utilización de la r en vez de la s cuando aparece entre dos vocales (Pomponio Dig.1.2.2.36) o la supresión de la letra z debido a su aberrante sonido (Marciano Capella De Nuptiis Philologiae et Mercurii, III. 1.3.261).
Conclusiones
Todos estos hechos permiten concluir que aunque no siempre reconocido, y en ocasiones vilipendiado por los historiadores romanos, Apio Claudio Caeco fue uno de los estadistas más importantes de la República romana perviviendo su legado en múltiples ámbitos De los cuatros hijos y cinco hijas que tuvo (Cicerón, De Senect. 11) debe señalarse como cada uno de sus hijos crearon sus propias ramas familiares: a saber Ruso, Pulcro, Centón y Nerón; siendo los últimos de ellos parte integrante de la familia imperial romana de la dinastía Julia-Claudia instaurada por Octavio Augusto.
Bibliografía
- Censura y «res publica»: aportación constitucional y protagonismo político- Eduardo Reigadas Lavandero
- Appius Claudius Caecus: La République accomplie-Michel Humm
- ‘Cicero’s Pro Caelio 33–34 and Appius Claudius’ Oratio de Pyrrho’, Classical Philology, Vol. 100, No. 4 (October 2005)-Josiah Osgood
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